12/02/2017 por Clàudia Reig Martín
La compañía Peeping Tom, fundada en Bélgica el año 2000 por Gabriela Carrizo (Argentina) y Frank Chasrtier (Francia), actuó éste pasado fin de semana en el Mercat de les flors de Barcelona presentando Moeder (Madre) la segunda parte de su trilogía. Vader (Padre) fue la primera pieza y finalizará con Kinderen (Hijos) que planean estrenar en el 2019 y crear junto al desafío del acompañamiento, la mirada y los comentarios de su hija de 13 años de edad.
Moeder dirigida por Gabriela Carrizo es una obra sarcástica que con su estética hiperrealista busca perturbar y mostrar la parte oscura de la sociedad. Usa técnicas de edición cinematográficas casi terroríficas que permiten parar el tiempo, hacer zoom, focalizar en una idea o sacarla de contexto para darle una nueva perspectiva. Las inquietantes escenas consiguen una perenne atención creando un espectador ambicioso por captar cada pequeño detalle que al final acaba incluso frustrado por haber recibido demasiada información.
La obra no solo toca el tema de la madre, crítica la deshumanización, la era tecnológica, los partos asistidos, habla de la memoria, el nacimiento, la muerte, de los conflictos de pareja, de una protagonista que no llega nunca a abrazar su bebé, de un hijo que le grita a su padre no quiero cometer los mimos errores que tú, de éste ciclo de humanos que vienen y se van y que forman parte pasajeramente de una estructura familiar, de un corazón herido, que sangra, que quiere llenar esa sed insaciable como la que sufre una mamá por abrazar un bebé que no está o unos hijos en duelo por la ausencia de una madre recién fallecida.
¿La familia es un organismo unido o un aparador detrás de un cristal?¿Hacia donde se dirigen las instrumentalizadas relaciones humanas? ¿Qué significa ser madre, que supone ser el canal por donde nace la vida? ¿Demasiadas preguntas por resolver o poco se cuestiona la sociedad? Poco gusta pensar, aterrados por el cuestionamiento equivocadamente etiquetamos de obscura la profundidad, hemos perdido los espacios de reflexión en un mundo que nos sobrepasa. Suerte que nos queda el arte, tal como comparte la directora en el Time Out “El arte es una manera de poner en movimiento esas cosas que no siempre acabamos de entender, las asociaciones que hacemos los artistas son libres de ser interpretadas por cada cual. Una obra puede ser reflejo torcido de lo que siente el creador ya que nos remete a cuestiones profundas que nos enfrontan con los conceptos vitales.”
Se oyen del público múltiples carcajadas, pero se observan al acabar mejillas marcadas. Lagrimas, algunas personas no entienden como la audiencia podía reír, pero el humor suaviza las cosas y le quita peso a la cruel realidad, como dice Zygmunt Bauman* “La ironía consiste en coger distancia delante de las cosas que miras” y por otro lado defiende éste pensador “Hay un aspecto inmortal y elemento definitorio del ser humano; la Esperanza.” No existiría la raza humana sino existiera la esperanza, al igual que no existiría la trama si sus rotos interpretes aún en las peores desdichadas circunstancias, arrastrándose, deshaciéndose, cayéndose y golpeándose repetidas veces, no conservaran resquicios de esperanza.
La obra es sin duda una increíble película en vivo que con un equilibrio perfecto fusiona una versátil escenografía, unas luces muy trabajadas, música en directo, danza de la contención y diálogo de teatro con interpretes polifacéticos que no solo son bailarines, también actores, músicos y cantantes. Todo transcurrido en un museo de historias con fríos personajes que aún siendo familia no parecen tener relación afectiva alguna, extraños unidos por sangre. Los acontecimientos, sin orden aparente, son como la memoria, que como dice Gabriela, no es lineal, se mezcla con el subconsciente, momentos de la vida que no distinguimos si fueron como recordamos que son.
¿Un final? Gabriela señala que aunque se haya estrenado, nunca da la obra por finalizada, es como un cuadro viviente que siempre puede recibir un color más. Podríamos concluir que más que una sociedad con miedo a pensar, somos una sociedad que tiene poca práctica. Nos da miedo y pereza. Pero el ser humano piensa innatamente, inconscientemente demanda profundidad, sino, no sería todo un éxito una pieza como ésta.
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* Zygmunt Bauman en el libro Entendre el món de Carles Capdevila